El “chalaco” Vargas Llosa
El Callao también ha sido parte de la vida de nuestro principal escritor
Por David Pereda Z.
El reciente cumpleaños 89 de Mario Vargas Llosa, el viernes 28, nuestro único nobel y más importante escritor vivo, motivó homenajes y uno especial en el Callao. En el Colegio Militar Leoncio Prado, en el distrito chalaco de La Perla, los cadetes formaron las iniciales del literato: MVLL, con sus alineaciones. Un gesto notable que recuerda el tiempo en que Vargas Llosa fue chalaco por habitar y frecuentar el Callao, y que allí gestó su primera gran obra.

Vargas Llosa vivió en ese reconocido colegio perleño como alumno internado que solo salía fines de semana y, si era castigado, ni eso. Sus experiencias se extendieron al entorno y otros escenarios chalacos. Ese tiempo lo marcó para empezar a conocer mejor el Perú.
“Allí había muchachos de todas las clases sociales (…) Era una sociedad peruana en pequeño. (…) Me mostró el país de verdad” ha expresado el escritor sobre el Leoncio Prado.
Fue allí, en ese complejo frente al mar chalaco y en andanzas en lugares como La Perla y Bellavista que tuvo vivencias que gestaron la historia que iniciaría su gran obra: La ciudad y los perros, considerada primera novela moderna peruana y, para algunos, de la región.
En La ciudad y los perros, hay varios escenarios chalacos:
Esa misma tarde, al encontrarlo en la Plaza de Bellavista, se lo pedí. (…) Cuando tuve el sol en el bolsillo, me puse feliz y esa noche no dormí (…). Tres días después dije a mi madre: «voy a almorzar en Chucuito, donde un amigo». (La ciudad y los perros, Bib. de bolsillo, p.44.)
Volvimos a Bellavista por el descampado, sin subir a la avenida Progreso. El flaco había sacado muchas cosas. En los árboles que están frente al Hospital Carrión nos detuvimos y el flaco y Culepe hicieron varios paquetes. Se despidieron antes de entrar a la ciudad. (p. 115)

Vargas Llosa además vivió en una casa de La Perla, cuando era un lugar aislado con pocas viviendas iniciales, marcada por la dura relación con su padre que influyó en su obra.
La casita de La Perla la había construido él mismo, con un maestro de obras. A fines de los cuarenta, La Perla era un gigantesco descampado. Sólo en la avenida de Las Palmeras y en la avenida Progreso había construcciones. El resto del sector, comprendido entre esa escuadra de calles y la Costanera, eran manzanas y manzanas trazadas a cordel, con alumbrado y veredas, pero vacías de casas. La nuestra fue una de las primeras de la zona y el año y medio o dos que estuvimos allí, vivimos en un páramo. Hacia Bellavista, a unas cuadras, había una ranchería con una de esas bodegas que en el Perú llaman aún los «chinos», y en el otro extremo, ya cerca del mar, la comisaría. (…) Al volver a La Perla, a eso de las cinco, y como aún faltaba mucho para el regreso de mi padre, salía a los descampados y me iba pateando una pelota hasta la comisaría o el acantilado y volvía, y ésa era mi diaria diversión. (El pez en el agua, Seix Barral, p. 36 y 37)
El Callao aparece en obras de Vargas Llosa en diversos momentos como en La tía Julia y el escribidor, cuando el sargento Lituma tiene una tarea difícil en su ronda o en Conversación en La Catedral cuando Zavalita enrumba en sus labores periodísticas, y más.