Frente al mar del Callao, unas antiguas columnas carcomidas por el tiempo y muros resquebrajados por el abandono son los últimos vestigios de una casona que alguna vez fue símbolo de lujo y poder. Construida en la década de 1920 como residencia presidencial de verano, esta imponente mansión albergó a figuras como Óscar R. Benavides y Manuel Odría. Hoy, su grandeza ha quedado sepultada bajo el polvo y la desidia, sin que ninguna autoridad parezca interesada en su recuperación.
La casona fue concebida como parte de un ambicioso proyecto para transformar La Perla en un exclusivo balneario. Su arquitectura distinguida, sus amplios jardines y su torre con vistas privilegiadas a la bahía la convertían en un emblema de modernidad. Sin embargo, el paso de las décadas y la falta de mantenimiento la condenaron al deterioro, hasta reducirla a poco más que un esqueleto de su esplendor original.
A pesar de su innegable valor histórico, el inmueble nunca fue declarado patrimonio ni recibió protección alguna. Vecinos y especialistas lamentan que, en lugar de convertirse en un atractivo turístico o cultural, el lugar se haya convertido en un espacio en ruinas. “No hay interés por parte de las autoridades en preservarlo. La estructura está prácticamente destruida”, advierte Ricardo Gonzales Zapata, investigador de la historia chalaca.
Para muchos, el rescate de esta casona habría representado una oportunidad para reivindicar el pasado del Callao y fomentar el turismo en la zona. Sin embargo, el tiempo sigue pasando y, con él, se desvanece la memoria de un palacio que alguna vez fue símbolo de esplendor y prestigio.